Álamo de invierno

Álamo de invierno

A Manuel Moreno Díaz, hermano, amigo, poeta.

En el vasto paisaje de la llanura manchega,
los arroyos arrastran su carga fangosa,
cortando la tierra reseca y pétrea
con su anémico caudal de sombra.

Son serpientes de barro en el cuarteado suelo.
Cada curva es una trampa en el camino,
cada remanso es el charco y el lodazal
de sienas y pardos oasis.

En el eco de su chapoteo se escucha el desgaste
de la erosión y el acarreo de su retorcido curso de fangos,
de su laberinto de cieno bajo el sol implacable.

Las aguas turbias nos reflejan
en un cielo pardo, zaino,
pero en las orillas,
testigos de una furia desatada en silencio,
se alzan los álamos,
con sus ramas enredadas en el aire plomizo,
guardianes taciturnos, dorados y sabios
de los áridos desiertos.

Así, los arroyos de la Mancha, en sus crudas brañas,
sostienen a este viejo hermano, el álamo de invierno.