Pero yo, yo, yo… escapé, por eso lo relato. Me matarán sin compasión, pero será otro día, lo presiento. Entonces escapé. Ya no son nuestras esas voces. Lejanas quedan, son sólo ecos que nos espían desde el monte. Nada conseguiremos quejándonos. Nuevos gustos -que nada nos gustan- nos distraen. Y es necesario actuar, no ser cerrados, incluso bajo el suplicio de los torbellinos de su aliento.

CONDENADO