Jesús el nazareno, en su camino hacia el Gólgota, sabía que su condena a muerte era justa, que no lavaba el pecado original ni las manchas de la estirpe adánica; en realidad trataba de redimir el horror venidero,pues, aunque nunca hubiera matado a nadie en su vida, muchos morirían y muchos más matarían en su nombre, apóstatas, herejes, mártires, iluminados, inquisidores, santos, blasfemos, cruzados, profetas, putas y vírgenes, célibes y súcubos, fieles e infieles, republicanos y fascistas. Infinitamente más que su cruz, le pesaba su culpa.

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