Algo especial ocurría esa noche, algo que sólo ocurría una de cada tantas entre las noches de los viernes. Estaban reunidos en el bar “Tenessee”, un antro inmundo y semiderruido, guetto de los negros. No entraban dentro. Muchos se quedaban en la puerta. Se turnaban. Era como un ritual. Cancerberos y almas del purgatorio. Los de fuera y los de dentro. Música negra o jaleo de borrachos. Por eso se turnaban.
Presumía de tener la polla más grande de todos los negros que acudían al “Tenessee”. Y la verdad es que las pilinguis le sonreían de una manera especial cuando pasaba. Por algo sería.

El negro Nboro del “Tenessee”