Todo -excepto Carlos Gayol, su cromático feligrés, contrito pecador y confesante reincidente- era gris. Gayol era una mosca negra en el vaso de leche agrisada del Padre Yanke, el cebo irisado de un triste y apagado pescador, de un pastor de grises y anodinos corderos modorros que pastaban en su agrisada y mohína pradera y que, en este preciso momento, llegaba revoloteando al excusado y vetusto confesionario del cura gris. […]

Pater