Los orientales del barrio vivían todos juntos en un mismo edificio. Poco a poco fueron conquistando más y más espacio. Se reproducían, se extendían, se duplicaban, se engendraban, se propagaban, se multiplicaban, se desdoblaban inexplicablemente.
A “Quebrantahuesos”, que tenía una chacinería justo enfrente y se creía muy gracioso, le gustaba hacer chiste del tema:
- Adivina, adivinanza: ¿Cuántos chinos caben en un edificio?
- …
- ¿Nadie lo sabe, nadie lo sabe…?
- …
- ¡Cada vez más! –continuaba– ¿Y cuantos en un seiscientos…?
- …
- ¡Los mismos que en el edificio, joder!
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