CARLOS GAYOL
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El resto de la inscripción estaba tapada por el barro, los trozos degradados de flores de plástico y una esquelética y deshojada corona de alambres torturados por el tiempo. Una repentina mueca se incrustó en su cara, sus ojos brillaron y por primera vez en su vida una lágrima se lanzó al vacío aterrada quizás porque aquel monstruo sin sentimientos hubiera sido capaz de expulsarla de sus sorprendidos y vírgenes lacrimales.