Si no hubiera tragado
la bruma que amenaza
con el suplicio amargo…

Si hubiera bebido
mis fantasmas interiores
con cautela…

Si, desesperado,
no navegara
en el mar olvidado
de la tierna niñez…

Si las paganas delicadezas
pudieran ser solamente
la vasta sombra del edén…

Si no hubiera sufrido
el acostumbrado aburrimiento
de toda autoridad…

Si, en la habitación en que se juega
la larga partida de suspiros,
los congregados se cuidaran
de la envidia…

Si la eterna perfección
de los príncipes azules,
haciéndome oler
sus generosos vértigos,
me hicieran olvidar
qué triste es la tristeza…

…sabría gestionar
la tontería y sus perfumes.

La tontería y sus perfumes