Hacía ya muchos años que no nos veíamos. Me enteré de tu muerte por un amigo al que también hacía mucho que no veía, como si el tiempo necesitase escribir en los pentagramas de la ausencia. Anoche nos volvimos a encontrar entre las extrañas ruinas de un sueño. Tú me aseguraste que estabas vivo y que nos esperabas allí a todos los demás. El sol caminaba lentamente desde el crepúsculo al alba con paso cansino, escupiendo una luz culpable. Nos dimos un abrazo y supe que aquel gesto era la despedida que teníamos pendiente como una deuda envejecida. «Adiós y buena suerte, buena suerte…» me dijiste cuando ya me iba camino de la vigilia.

Hacía ya muchos años que no nos veíamos...