Oh primavera

Oh primavera
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Oh primavera del beodo, que seguirás erguida
mientras huelo las engañosas centellas de las aguas
que armé de perfección, basta.

Nadie con eróticos devaneos de multitud arrancará
mi cabellera para esa araña
que desea las violetas que me reavivan;
ni romperé los sauces de los que escapamos,
por ello, de las puertas del desierto y sus pesares.