Salón de equívocos

Salón de equívocos

Mansión de la podredumbre,
donde los seres imposibles moran,
dormiremos, solos, bajo la vestimenta
de representantes timoratos,
cubiertos por las cobardías horrorosas.

No domine más mis horas aquella imagen,
pérfida historia que describíroslo quiero
en poesía, en una promesa cobarde,
pensaba, cedrón carminativo, despierto,
con los ojos marchándose en glotonería.

En el salón de los equívocos malos,
llorando los pequeños pecados,
llegado el momento de marcharme,
con sensibilidad en pliegos de influjos.

Salomón, con su ojo penetrante,
refiere las obligaciones miserables,
condenadas a aparecer en cada esquina,
como asuntos astro instructivos.

Oh, tú, mi cristiano amigo,
que conmueves con tu audacia feroz,
ante el espectáculo de las carencias
y las pequeñas ayudanzas.

En el ataúd de las cosas concebibles,
donde reposa el cadáver escondido,
otra vez amé los encantos,
de esta época señor de carpinteros.